Me vi en una isla enorme, muy linda, en ella había como un valle y en medio de él una casa muy linda, de color blanco, con un lago cerca. Estando admirando la hermosa isla, pude ver a la distancia como un continente el cual se incendiaba, a pesar de la distancia podía sentir el dolor, el llanto y la desesperación que provenían de él. Pero la isla donde me encontraba, estaba en completa paz, iluminada con una luz hermosa. De pronto volteé mi mirada hacia el lago y había un grupo de niños muy bellos vestidos con túnicas blancas, ellos compensaron a tomarse de las manos y a girar en círculos cantando: Alaben al señor porque su misericordia es para siempre, alaben al señor porque él es digno, alaben al señor porque pronto vuelve. Al verlos empiezo yo a orar, pero no era normal, sino que era mi espíritu, y empecé a decirle: bendito eres, señor, digno de alabanza, ayúdame, señor a honrarte, y a llegar hasta el final, déjame verte señor y sentir tu presencia. Cuando lo hice su presencia se posó sobre mí y sentí muy lindo, mucha paz, y empecé a elevarme a los cielos, lastimosamente me despertaron en ese momento.
